1. ¿Cuánto influye y determina el entorno en la vida de una adolescente? En casi todos los casos –debe haber alguna rara exceptio– mucho y lo peor de todo es que tal influencia puede resultar incluso letal, porque llega a dictaminar el derrotero que se continuará en la existencia. Aunque, insisto, a veces hay excepciones.
2. Mijke de Jong (In krakende welstand, Stills, Broos, Tussenstand), la realizadora que hace dos años adaptó la novela de Andrés Barba (2001), junto a Jan Eilander y Jolein Laarman (sus guionistas), nos presenta, como en el texto original, a una chiquilla que frisa entre los 13 y 14 años (Betty Qizmolly), vive con su madre y hermana, y se encuentra en un mundo en el que todo lo que ocurre alrededor puede servir ó perjudicar.
3. La madre, Svetlana (Olga Louzgina), hace dinero en lo que machista y misóginamente se ha denominado “la profesión más antigua del mundo”. Kattia (Julia Seijkens), una lolita de 17 años que se enamora de Giac, un italiano de Pisa, no encuentra mejor idea que convertirse en stríper para financiar su viaje a la ciudad de la torre inclinada. La disfuncional familia –este es todo un clan feminista– tiene asimismo a la abuela, traumatizada con el recuerdo de su otra hija, fallecida.
4. “Soy la hermana de Kattia” dice la chiquilla cuando se encuentra en la calle con John (Ian Bok), un joven cristiano. Y esa es su característica desde que inicia la película: es “la hermana de”, no alguien con identidad propia. Y como no tiene aún aquella, con una personalidad voluble que asume cuanto rol tratan de hacerla ejecutar o su siquis la autoimpone, su búsqueda la llevará a imitar casi cuanta cosa ocurre en su derredor.
5. Kattia la explica un poco acerca de las relaciones de pareja y entre otras lindezas la dice que “puedes darles una mamada, pero es más agradable abrazarse en la cama”. Svetlana la reclama “porque ya no es una niña y debe crecer”, aunque la madurez de la propia madre es tanta como la de un imberbe universitario. Y para cerrar otra vez el círculo, la pequeña protagonista –sólo les diré que cuando se revela su nombre es similar al de una canción de Serrat–, quien se mueve en esa dulce y envidiable línea en que no eres niña pero tampoco calificas como adulta, se refugia en sus dibujos, manualidades, soliloquios, su tortuga y en la relación platónica que construye con el predicador.
6. En el momento que la relación madre-hija grande no da más, Svetlana decide poner distancia –¿ya adivinaron quién queda a cargo de la casa? Kattia retoma el contacto con Giac, que vuelve por Ámsterdam, y el abandono de la hija pequeña es cada vez más notorio. La ruptura de hermanas se hace inevitable y todo parece ir de mal en peor, aunque la mínima luz de esperanza al final del túnel no nos deja caer del todo (parece la situación sociopolítica nacional).
7. Película dura, tanto que salvando las distancias nos recordó a Karakter (Mike Van Diem). Marginalidad, prostitución, supervivencia, desesperación. Todo eso desde la equívoca mirada –además el personaje lleva lentes– de una adolescente que como muchas en el mundo no sabe dónde ni cómo encajar. Con todo, relato inspirador, pues nos recuerda que más allá de cualquier circunstancia, siempre nuestro clan inmediato será el que nos rescate, proteja y ayude. El lunes (21:15), en la Cinemateca. Merece esforzarse un poquito en la siempre detestable primera jornada semanal e irse a ver cine del bueno luego.
IMAGEN: GRUPO EUROPEO DE CULTURA/INTERNET.
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