domingo, 14 de noviembre de 2010

Emma la Afortunada: Un poema hermoso sobre la muerte



1. ¿Puede ser dulce y tierno un asesinato? La lógica diría que no y, sin entrar en las discusiones ontológicas sobre eutanasia o suicidios asistidos –dadas las circunstancias que les rodeen, estoy de acuerdo con ambos–, el director Sven Taddicken nos muestra de entrada lo contrario. Emma (Jördis Triebel) es una granjera que cría cerdos, gallinas, patos y gansos –el macho de estos palmípedos es poco menos que el semental de la comarca. Rodeada de sus animales, ella les da el paso al otro lado de la manera más cariñosa, rápida y afable que se pueda imaginar.
2. Max (Jürgen Vogel) trabaja en una venta de autos. Digamos que es uno más del montón, aunque cierta amistad y afinidades con el gerente tiene. A Max le han diagnosticado uno de los peores tipos de cáncer que existe: el pancreático. Desahuciado, Max decide que quiere pasarse sus últimos días en algún hotel de Cancún “viendo a los pelícanos”. Y para conseguir la realización de su deseo, se roba una fuerte suma de dinero y un Jaguar de la autoventa donde trabaja.
3. En su fuga, perseguido por Hans (Martin Feifel), gerente de la autoventa, y con una copiosa lluvia que dificulta la visibilidad, Max se lleva por delante la cerca de la granja y acabará viviendo con Emma, para pesar de Henner (Hinnerk Schönemann), el eterno pretendiente de la granjera. La llegada del citadino entrañará, además de la relación romántica, la solución para los problemas económicos de Emma y nuevas actitudes en su vida cotidiana.
4. Hasta ahí una sucesión de lo que ocurre en el filme, por cierto premiado en distintos festivales por la humanidad que encierra la historia. Pero la cinta, de 99 minutos, es un verdadero poema a la muerte. Claudia Schreiber y Ruth Toma, las guionistas que adaptaron la novela de la primera, se esmeraron en que así lo fuese, en un tono de tragicomedia que es el más atinado para llegar sin obligar a terminarse la caja de pañuelos –si quieren hacerlo métanle, cada uno es libre.
5. Emma detesta el sufrimiento que vio cuando niña en los cerdos que su abuelo arrastraba, cuerda mediante, al cadalso. Por eso ella se los lleva de paseo, con comida en las manos, y cuando llegan al sitio elegido, entre besos, caricias y palabras cariñosas, les abre la yugular y mira fijamente mientras cuenta los últimos segundos. En algún momento Henner le echa en cara su método porque los veterinarios no lo aprueba, pero asimismo la protege para que no la multen.
6. Por supuesto, ya adivinaron –y eso que traté de impedirlo–: la afección de Max no se detiene y el desenlace inminente se aproxima. Él ya no puede ni quiere irse a ver aves exóticas. Siente que ha llegado al paraíso y Emma le hace pasar los días terminales como si así lo fuera. Hasta que arribamos a la secuencia del clímax, donde casi todo se cierra con amor y entrega leal mutuas.
7. Línea final: Yo también quiero tener una salida de este planeta como la de Max.
IMAGEN: WWW.FILMFEST.RU.

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