Bajo
el denominativo de “Un puente con Latinoamérica”, el mes Azul de los Martes de
cine español está dedicado al cine hecho en Latinoamérica en coproducción con
España. De acuerdo con el programa del ciclo, “estas películas tienen un valor
añadido porque han permitido un intercambio entre guionistas, directores y
actores españoles y latinoamericanos, mostrando así que las fronteras no
siempre son sinónimo de separación. En estas producciones el talento de todos
se ha fundido por una apuesta común: lograr una pieza que cautive al espectador”.
Este
mes se inicia con La teta asustada, realizada
por Claudia Llosa en 2009 y galardonada, entre otros reconocimientos, en el
Festival de Berlín. Protagonizada por Magaly Solier (Fausta), muestra su
afección por una dolencia que, según las creencias populares, se transmite por
la leche materna de mujeres que fueron violadas durante la gestación en las
épocas de Sendero Luminoso. La reseña de Beatriz Marín acota: «Fausta canta para conjurar
su mal. Para ello utiliza su lengua materna, el quechua, que es el cordón que
la ata a la teta de su madre. Una teta asustada que ella padece y que configura
su desdibujada alma. Como otras mujeres con el mismo mal, Fausta introduce en
su vagina un tubérculo, con el que espera producir rechazo en potenciales
violadores, y se plantea la misión de dar sepultura al cuerpo de su madre, que
guarda, como reliquia, en su propia habitación. […]
Aunque
criticada por algunos sectores indigenistas peruanos, que acusan a Llosa de
demasiado generalista y de presentar la cultura indígena como inferior, la
película es sumamente valiosa por aspectos que van más allá de los desdichados
episodios históricos. Por una parte, muestra el resultado de la violencia
contra las mujeres como sinónimo de perder la vida. Por otra, expresa la
respuesta en una forma poética y desgarrada, en la que no pareciera dar lugar a
la esperanza. Doblemente despojada, Fausta sufre la violencia de los hombres y
de la burguesía, en un doble juego de exterminio».
El
8 será el turno de Mal día para pescar,
de Álvaro Brechner, ópera prima del director estrenada en 2009, basada en el
cuento Jacob y el otro de Juan Carlos Onetti. Un oportunista y manager, Orsini (a) el Príncipe (Gary Piquer), viaja
por Latinoamérica manejando a Jacob van Oppen (Jouko Ahola), ex campeón mundial
de lucha libre sumido en el alcoholismo. El crítico Julio Vallejo analiza: «El joven cineasta
recurre a las formas del western, aunque sus personajes sean de filme noir. La tragicómica historia de
un luchador que conoció tiempos mejores y su manager, un vendedor de humo que
se hace pasar por príncipe, parecen sacados de cualquier película
norteamericana de los años cuarenta y cincuenta, aunque en su particular
aventura también haya algo de la novela picaresca española. Al fin y al cabo,
lo que venden es engaño: el peculiar representante amaña las peleas para
contentar a su representado y poder ganar dinero con el que seguir tirando. Sin
embargo, la continuación de esta farsa peligra cuando una joven de pueblo
decide que no aceptará este peculiar circo. Dispuesta a cualquier cosa para
conseguir el dinero para casarse, la chica ofrecerá como contrincante a su
novio, una mole algo escasa de luces que parece estar en mejor forma que el
viejo campeón».
Una
que pasó por nuestras salas en su momento estará el 15: El método, del prolífico Marcelo Piñeyro, quien basó su película en
la obra teatral El método Grönholm de
Jordi Galcerán y la estrenó en 2005. Siete aspirantes a un alto puesto
ejecutivo se presentan a una prueba de selección de personal para una empresa
multinacional en un rascacielos. Desde ese instante, y en un clima de tensa
competitividad, la inseguridad de los participantes se convertirá en miedo y
dudas y estos a su vez en un estado de paranoia general. David García escribió:
«La
película nos narra las diferentes pruebas que deberán pasar los aspirantes al
puesto de trabajo para poder llegar a ser elegidos.
A
través de diferentes arquetipos sociales (el pijo triunfador, el inseguro
pelota, el cínico, la mujer calculadora...) se van desgranando diversas
conductas, cómo cada uno de ellos recurre a sus particulares métodos para salir
airoso y continuar adelante, aunque ello implique perjudicar a otro.
Todo
ello implicará que los participantes, quien más y quien menos, se hallen
constantemente en un juego de "deber ser", en el que lo que más
importa es la apariencia y el quedar por encima del compañero y/o rival.
De
cualquier modo, la verdadera personalidad siempre acabará aflorando, quizá con
un mayor descontrol, sin dejar resquicio a los sentimentalismos».
El
22 se presentará la galardonada cinta de Adolfo Aristaraín, Martín (Hache), estrenada en 1997. En
ella se narra el reencuentro entre Martín Echenique (Federico Luppi), un director
de cine bonaerense radicado por dos décadas en Madrid y su hijo homónimo al que
todos llaman Hache (Juan Diego Botto), quien tiene 19 años y vive en Buenos
Aires, pero debe irse a vivir con su progenitor. Sobre ella expone
Inmaculada de la Nogal Panero: «El
director argentino plasma la falta de comunicación y la soledad de otro modo.
Sus personajes están solos, aunque conviven con otros, porque hay distancias
insalvables entre ellos. Sin embargo, ese aislamiento no surge tampoco del
pudor a expresar los sentimientos, pues los personajes de Martín (Hache)
desnudan el alma sin pudor. El problema es que el diálogo es sustituido por una
serie de monólogos sucesivos o, lo que es aún peor, que el poder transformador
de la palabra se emplea para herir o anular al otro.
La
palabra adquiere una importancia enorme, tiene entidad, corporeidad. Las
palabras construyen el mundo y en virtud de esa capacidad creadora de la
realidad, son más reales que aquel que las pronuncia, pues los personajes son
en la palabra. Asimismo, las palabras son el único instrumento de que disponen
para luchar contra su propio caos interior y contra el desorden, no siempre
aparente, que los rodea. Sin embargo, aunque el lenguaje humaniza, abre,
paradójicamente, una brecha perpetua entre el ser humano y la felicidad
primigenia».
Para
cerrar el mes llegará El secreto de sus
ojos, de Juan José Campanella y estrenada en 2009, que se proyectará el 29.
Benjamín (Ricardo Darín) se jubila de los juzgados y quiere iniciarse como
escritor, para lo cual se nutrirá de sus vivencias. Pero decide ayudar a un
conocido y se involucrará en una sarta de enredos, cooperado por sus amigos
Irene (Soledad Villamil), de quien está enamorado, y Pablo (Guillermo
Franchela), su socio en los tribunales. Adrián Massanet la define como una pieza
excepcional: «Se
trenzan, de manera magistral, una historia romántica y una historia criminal,
que se alimentan y se repudian mutuamente, y el director se mueve entre ambos tonos
como pez en el agua, sin perder jamás el control de la historia, capaz de armar
la atmósfera precisa a cada momento, y dando muestras de un nervio narrativo
inusitado. Los que ya la hayan visto recordarán un plano secuencia (lógicamente trucado, pero no por ello menos
meritorio), que tiene lugar en un estadio de fútbol, que será el decorado de
una persecución memorable. Pero es la excepción, porque
despliega una elegancia y una contención que no aspiran a impresionar al
espectador, sino a conmoverle.
Hay
secuencias truculentas, otras muy tensas. Pero en ninguna de ellas Campanella
se entrega a lo morboso ni a lo efectista, sino que persigue solamente la
verdad y la emoción más primaria, más noble. Este cineasta se convierte, de
manera incontestable, en un maestro del melodrama y del cine negro, de la
ironía y de la convocatoria más sincera a las lágrimas que dentro de una sala
de cine nos liberan del propio pasado, de los propios fantasmas, pues nos
coloca un espejo, hermoso y libre, en el que desahogarnos y sentirnos vivos de
nuevo».
Las
entradas tienen un precio de Bs 10. Las funciones se inician a las 19:30.
IMÁGENES:
INTERNET.
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