Mundo Grúa (1999), ópera prima del nacido en San Justo en 1971, pude verla a duras penas, peleando con el lunfardo, la mala copia en VHS y agradeciendo la traducción que una amiga hacía de los subtítulos ¡en francés!, en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en Cuba hace ocho años. Aunque no la disfruté –nobleza obliga–, me quedó el bichito de la curiosidad: algo había en esa película que marcaba un sello de autor y provocaba más que la mera empatía generacional. Por ese film, Trapero se ganó el premio al mejor director en el Bafici de 1999.
Allá por 2005, otra amiga me facilitaba la copia pirata de El Bonaerense (2002). Me gustó y volví a sentir ese algo poco fácil de explicar con la segunda película del realizador que estudió en la Universidad del Cine (FUC) de Buenos Aires. La cinta toca temas como la inseguridad ciudadana y la desocupación, desde la perspectiva de la corrupción policial –es decir, algo tan nuestro como de casi cualquier otro país latinoamericano e incluso de otros continentes. Sobre ella escribieron en Radar de Página 12: “A la luz de su nueva película, parece confirmarse que lo que le interesa a Trapero es elegir un personaje, por lo visto vinculado siempre con algún ámbito laboral, y seguirlo a toda hora con esa mirada entre distante y empática, pudorosa pero levemente irónica, que va camino a convertirse en marca de fábrica y que le debe más de lo que parece al documentalismo cinematográfico”.
Luego, por un tiempito, le perdí el rastro; es decir, no he visto Familia Rodante (2004) ni sus otras realizaciones. Hasta que llegó el filme nacional Di Buen Día a Papá (2007), coproducido con “Matanza Cine”, la empresa que había creado en 2002. No estoy seguro, pero me parece que Trapero no llegó a participar como actor en el rodaje en Vallegrande, pero sí apoyó mucho a la concreción de la ópera prima de Fernando Vargas.
El año pasado una sala paceña proyectó Leonera (2008). Fui a verla con curiosidad y alegría –primera cinta de Pablo que apreciaría en pantalla grande–, sin informarme demasiado de qué trataba (una mujer en la cárcel que lucha por su hijo, algo así decían los recortes que pusieron en los paneles en la misma sala). Desde la música inicial, una suerte de canción infantil, y los créditos en animación, me enganché con lo que veía. Y mientras el drama de Julia se iba desmadejando, pese a la imposibilidad biológica de ser madre y la decisión voluntaria de no ser progenitor, me identificaba cada segundo más con esa luchadora que veía su mundo cambiar y sacaba fortaleza de donde no se podía creer para enfrentarse a las nuevas circunstancias.
Quizás me ayudó mucho –como a todos quienes la vieron, imagino– la soberbia interpretación de Martina Gusman, esposa del realizador y también productora de la cinta. “Gusman se entrega por completo a su papel de mujer constantemente sometida por su entorno, a quien la cárcel le sirve para imponer una barrera con su madre (siempre ausente y sólo presente desde el momento en que nace el hijo de Julia), y construir una maternidad primeriza bajo la presión que significa estar privada de la libertad. Bajo esas condiciones, el hijo de Julia se convierte en su única razón de vivir”, expuso el blog cine.com.
Ahora con Carancho (2010) recorro el camino inverso. He leído varios comentarios sobre la cinta antes de verla, aunque sabía muy bien que no iba a decepcionarme. Gusman repite como protagónica y además interactúa con uno de los íconos del cine argentino, Ricardo Darín (Nueve Reinas, El Hijo de la Novia, El Aura, El Secreto de sus Ojos). Sobre el intérprete acota El Multicine: “este magnífico actor, salvo alguna excepción, sabe perfectamente elegir sus papeles y a sus directores, abarcando diferentes registros con acierto y facilidad de adaptación, y con la ventaja añadida de su capacidad de transmisión de las emociones de su personaje y de conectar con la empatía del público. Y acierta de nuevo, con algún matiz, en la durísima Carancho, una historia realista y despiadada sobre una historia de amor destructivo, pero en este caso no por la personalidad de ninguno de los enamorados, sino por las circunstancias que les rodean”.
Otro crítico, Juan Pablo Russo, hace un guiño especial a la forma como el realizador filma las secuencias eróticas: “Trapero es uno de los directores argentinos que mejor filma a dos personas en pleno acto sexual. Su forma de colocar la cámara en lugares que nunca entenderemos, de crear el clima adecuado aun sin la música ampulosa y de cargar la trama de erotismo, incluso donde no lo hay, lo hacen insuperable y particular. Las mismas escenas filmadas por otro hubieran sido chabacanas o tal vez carentes de sensualidad”, dice Russo en escribiendocine.com.
Por último, Diego Lerer de Clarín expone:
“El filme define su profesión como la de ‘carancho’, un ave de rapiña, carroñera: un abogado que, más que perseguir ambulancias, recibe el dato de los accidentes -gracias a una serie de contactos- y llega al lugar antes que todos para ofrecer sus servicios legales a nombre de una fundación. El ‘paquete’ funciona: de lo que paga el seguro, la víctima cobra una pequeña parte, los abogados una mayor y habrá comisión para policías y paramédicos. ‘A un tipo que no tiene nada y aparece tirado debajo de un puente a las tres de la mañana, lo mejor que le puede pasar es encontrarse a un tipo como Sosa’, se justifica Pico, conductor de la ambulancia. […]
Carancho es una película tan real como brutal, tan cercana como lejana (eso pasa acá, todos los días, muy cerca de la casa de cada espectador, pero parece un mundo aparte), tan cotidiana como sórdida. En ella Trapero demuestra, también, una solidez narrativa más clásica y detalles de puesta en escena (prestar atención a la cantidad de asombrosos planos secuencia) notables. […]
Carancho no es una película fácil de ver ni todas las elecciones de Trapero son acertadas -el final generará algún que otro debate-, pero se trata sin dudas de un filme, y de un realizador, que no hace concesiones. Tener una estrella taquillera, mayor presupuesto y una distribuidora grande no le torcieron el pulso. Al contrario: Carancho es la película de alguien seguro de lo que hace y convencido de su recorrido en el mundo del cine”.
En funciones vespertinas y nocturnas, Carancho está esperándole en la Cinemateca Boliviana. ¿Correrá el riesgo de perdérsela?
IMAGEN 1: JOSEORLANDOD.WORDPRESS.COM.
IMAGEN 2: DEFENSORSANTAFE.GOV.AR.
IMAGEN 3: REVISTA DIGITAL ELMULTICINE.COM (ESPAÑA).