viernes, 7 de septiembre de 2012

Rock de película en la Cinemateca Sur



El cine y el rock tienen, salvando las distancias cronológicas obvias, casi la misma relación que hay entre el séptimo arte y la literatura. Es decir, apenas surgió el rock and roll, digamos con Elvis Presley en el primero lustro de los 50 del siglo pasado (revisionistas históricos, hagan su tarea en otros lados), los realizadores comenzaron asimismo a acercarse a esa forma de expresión.
De ese coqueteo entre rebeldes y disconformes han surgido maravillosas obras —otras asimismo execrables, todo hay que ponerlo—, que la Cinemateca Sur (Sala 16 del Mega Center) intenta rescatar ahora. Son siete las cintas elegidas, disponibles cada una en cuatro funciones diarias: a las 14:30, 17:00, 19:30 y 21:45.

Programa
Sid and Nancy (Alex Cox, 1986) estará en pantalla hoy viernes 7 y el viernes 14. La sinopsis en FilmAffinity dice: “Cox repasa la trayectoria y los últimos años de Sid Vicious, líder del mítico grupo punk Sex Pistols. Sid Vicious y Johnny Rotten eran las estrellas del grupo de rock Sex Pistols. Sid se enamorará de una chica americana, Nancy, y ambos no sólo mantendrán una relación juntos, sino también con el mundo de las drogas. En octubre de 1978, en el hotel Chelsea de NY, Nancy es encontrada apuñalada junto a Sid, abatido de pena. Arrestado y acusado de su asesinato, muere de sobredosis antes del comienzo de su proceso judicial...”.
El bloguero Rocker World Citizen sostiene: “Webb y Oldman (los actores que respresentaron a Nancy y Sid) explicaron que en la escena que conduce a la muerte de Nancy se basó en entrevistas y otros materiales a su disposición. La escena es muy punzante y se basó exclusivamente en conjeturas. Cox dijo a la (revista) New Musical Express: ‘Queríamos que la película no sólo fuera de Sid Vicious y punk rock, sino como una declaración anti-drogas, para demostrar que la degradación causada por su consumo a varias personas no es nada glamoroso’. (…)
Interesantes son también, las opiniones de quien fuera cantante de los pistols, John Lydon: No puedo entender por qué alguien que querría hacer una película de Sid y Nancy no se molestó ni en hablar conmigo. Alex Cox, el director, no lo hizo. Él utilizó como punto de referencia —de todas las personas en esta tierra— ¡a Joe Strummer! ¿Qué demonios sabía él de Sid y Nancy? Seguramente fue lo único que podía encontrar. La única vez que el director Alex Cox ofreció algún planteamiento hacia mí fue cuando envió al tipo que me estaba respresentando en la película. Este actor me dijo que quería hablar sobre el guión. Durante los dos días que estuve en Nueva York hablando con él del guión, me dijo entonces que la película ya había sido completada. Todo era una farsa. Se trataba de una estrategia para conseguir mi nombre, utilizándolo en relación con la película, con el fin de apoyarla.
Para mí esta película es la forma más baja de la vida. Creo honestamente que se celebra la adicción a la heroína.(…) En el sórdido hotel de Nueva York las escenas no podían ser aún más miserables. Todas las escenas en Londres con los Pistols fueron una tontería. Ninguno tenía ningún sentido de la realidad. El actor que representó a Sid me pareció muy bueno. Pero incluso él sólo tocaba el personaje de la etapa en contraposición a la persona real. No considero que la culpa sea de Gary porque él es un buen actor con sangre. Ojalá él hubiera tenido la oportunidad de hablar con alguien que conocíera bien a Sid. (…)
Cuando regresé a Londres, me invitaron a una proyección. Así que fui a verla y me horrorizó por completo. Le dije a Alex Cox —y era la primera vez que lo veia— que debía ser fusilado, y él era muy afortunado de que no le disparara.(…)
Cox llegó a decir que una de las razones por las que se sintió atraído por el proyecto era que él tenía miedo de que si alguien más hiciera otro filme del tema, podría retratar a sus súbditos como ejemplos reales de Punk, en vez de traidores agotados”.

Metallica: Some kind of monster (Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, 2004) mostrará a la banda estadounidense el sábado 8 y el sábado 15. Sinopsis: “Documental sobre una de las mejores bandas de rock de los últimos tiempos. Se sumerge dentro del estudio de grabación y de las mentes de Metallica, según van grabando su álbum ganador del Grammy ‘St. Anger’, al tiempo que se enfrentan a altibajos en su comunicación, adicciones, la deserción de un miembro del grupo, paternidad, caos familiar y su casi total desintegración durante la época más turbulenta de sus veinte años de historia”.
René Cruz refiere: “Luego es impresionante cuando llega Robert Trujillo a la banda, para sustituir a Jason Newsted en el bajo, y le ofrecen un millón de dólares por ser contratado, además de un 25 por ciento de influencia en las decisiones de la banda, el ex “hacha” de Ozzy Osbourne ni podía hablar cuando le dijeron la cantidad que le ofrecían, definitivamente Metallica es una empresa de casi ejecutivos de la música. (…)
Pero lo que me dejó tristeza, decepción y nostalgia fue la reunión que tuvieron con Dave Mustaine, el guitarrista que corrieron cuando empezaban porque simplemente tomaba más que ellos, y que luego formó el prestigiado grupo Megadeth. Sin embargo Mustaine en una catarsis le reprocha a Lars Ulrich la forma en que lo despidieron y su envidia, aunque nunca mencionó la palabra, cuando comparó que los discos de Metallica se convertían en oro y los de él simplemente se quedaban más abajo. (Megadeth ha vendido 15 millones de discos, eso no lo consigue cualquiera). 
Me di cuenta que Mustaine sigue resentido y no puede olvidar el día que le dijeron que estaba fuera y que se regresara en autobús de Nueva York a San Francisco. Él les dice: “Quisiera que fuera ese día y que me dijeran que tenía que ir a alcohólicos anónimos”. Es decir, quería otra oportunidad, aunque ese día nunca llegó para él. Lars simplemente le dijo que se sentía mal por eso. (…)
Metallica puede ser que nos vendan la imagen de una banda de metal, pero la realidad es que son igual que los millonarios de Kiss, o los grandes magnates de los Rolling Stones que ya no pueden hacer más música callejera y rocanrolera, porque el dinero en exceso hace todo más amable, ¡para qué pelearnos!”.

This is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984) se podrá ver los domingos 9 y 16. Sinopsis: “Documental, más bien rockumental, sobre la banda de rock más ruidosa de la historia, el grupo de heavy metal Spinal Tap”.
Sergio Vargas afirma: “El debut como director de Rob Reiner, una descerebrada comedia con estructura de falso documental que recorre lo que parece serán los últimos coletazos de la banda tras diecisiete años de carrera y quince discos en su haber. La película comienza con Marty Di Bergi (el propio Reiner), un tipo regordete con barba y gorra que hace documentales, presentándose a la cámara y anunciándonos las motivaciones que le han llevado a rodar su ‘rockumental’: «En 1966, fui a Greenwich Village, en Nueva York, a un club nocturno de rock llamado El Plátano Eléctrico. No se molesten en buscarlo. Ya no existe. Pero esa noche escuché a un grupo que, para mí, cambió la definición de rock 'n roll. Recuerdo el impacto que me causó su exuberancia, su energía pura y su puntualidad. Era el ahora legendario grupo británico Spinal Tap.» (…)
Estas escenas de la vida interna del grupo dotan a la película de una estructura más cinematográfica, en el sentido de que no parece tanto un reportaje como cuando se alterna con las clásicas entrevistas a los miembros de la banda y su entorno, actuaciones en directo, y en general, el tipo de cosas que suelen verse en un documental sobre una banda (me viene a la cabeza uno de Kiss en el que una muchacha aplastaba una lata de cerveza con sus senos). Por ejemplo, las manías. Como toda estrella del rock que se precie, los miembros de Spinal Tap también tienen alguna que otra. Si Eddie Van Halen amenazaba con suspender su concierto si encontraba un solo lacasito marrón en el tarro de cinco kilos que solicitaba antes de cada show (Julián Hernandez dixit ‘3’), Nigel Tufnel no se queda atrás: memorable es la perorata que larga en el camerino porque el pan no es lo suficientemente grande para que quepa el filete sin doblarlo. También están sus amplificadores que llegan hasta 11, en lugar de hasta 10, como cualquier amplificador normal, y la mejor de todas, la guitarra que se compró para no tocarla nunca (no le ha quitado ni el precio), insuperable. (…)
Son incontables los fans de Spinal Tap a lo largo y ancho del globo, sin duda la banda ficticia con más seguidores de la historia, lo que les llevó a sacar un nuevo álbum real en 1992, Break Like The Wind (el primero si descontamos la banda sonora de la película), en el que alimentaban un poco más el mito que crearan unos años antes, y así, a la vez que calmaban el ansia de sus incondicionales seguidores, se llenaban un poco los bolsillos”.

The Doors (Oliver Stone, 1991) se presentará los lunes 10 y 17. Sinopsis: “Jim Morrison, cabeza visible de The Doors, para muchos fue un regalo de Dios; para otros, un vástago del Diablo. Vivió al límite, en una anárquica carrera autodestructiva salpicada de escándalos y arrebatos de ira y de pasión que lo hundieron en un abismo de sexo, alcohol y drogas”.
Felipe Rodríguez Torres analiza: Pero Stone no realiza un biopic al uso, ya que toda la película es un viaje de ácido, como si viéramos lo acontecido en primera persona, a través de su total protagonista, Jim Morrison. El personaje, fue interpretado por el actor Val Kilmer, en una de esas pocas interpretaciones mágicas, donde el actor parece ser poseído por el espíritu del propio Morrison, aparte de que el parecido físico de ambos es asombroso. Kilmer, actor que ni antes de esta película ni después de ella ha hecho nada digno de mención, nos da aquí una interpretación absolutamente magistral, siendo además el motor absoluto de la historia, ya que durante las más de 2 horas del filme, no desaparece en ningún momento. A su lado tenemos actrices tan famosas, como Meg Ryan, que al igual que su partenaire Kilmer, consigue la única interpretación digna de su filmografía, y actores tan conocidos como Kyle McLachlan, actor fetiche de David Lynch, como Ray Manzarek, y otros como Michael Madsen, o Michael Wincott.
La labor de Stone tiene dos caras y dos valoraciones completamente contrapuestas. Por un lado, tenemos una experiencia visual de primer orden, contándonos la historia casi como si Morrison nos la contara tras una gran noche de juerga. El prisma desde el que se nos narra todo, parece estar distorsionado por las mismas sustancias estupefacientes que el propio Morrison consumía de la mañana a la noche. La visión que nos da Stone de la música, la fama y el mundo del arte underground de la época, esto último representado en la fiesta a la que Morrison asiste celebrada por Andy Warhol, es completamente pesimista y cínica. También la relación de Morrison con su pareja "estable" Pam, interpretada por Meg Ryan, al igual que su relación con el resto del grupo, está perfectamente reflejada, como ejemplos, la magnífica escena de la comida de acción de gracias, donde Ryan y Kilmer, nos ofrecen en un festín interpretativo de primer orden. A destacar también las magníficas escenas en las que Stone reconstruye las actuaciones principales de la banda, demuestran la capacidad visual de Stone, que debería plantearse el dirigir conciertos de rock. Y como siempre en su filmografía sus escenas psicodélicas son geniales, un ejemplo, la escena del desierto, aunque como he dicho antes, la película al completo es un viaje de ácido”.

Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998) se exhibe los martes 11 y 18. Sinopsis: “En el Londres de los años setenta, Brian Slade es un joven que rompe con el movimiento hippy y se convierte en el principal exponente de lo que se dio en conocer como el glam rock”.
Guillermo Ravaschino explica: “Desde el preámbulo, que nos instala fugazmente en Dublin durante 1854, año del nacimiento de Oscar Wilde, para postular que el célebre escritor gay había venido al mundo con la intención de "convertirse en un ídolo pop", Velvet Goldmine se planta como lo que es: un rompecabezas gigantesco, conformado por miles de piezas llamadas a recuperar una imagen. O dos imágenes que hacen una: la del glam (su apogeo, su caída) y la de Brian Slade. Ciento veinte minutos después se impone la sensación de que la mayor parte de esas piezas fueron pocas y estuvieron repetidas, mientras que otras piezas –nada menos que las esenciales– no acudieron a la cita.
Haynes toma prestado el modelo narrativo de un film habitualmente considerado, y con toda justicia, el más importante de la historia: El ciudadano Kane. Como en él, un periodista emprende un viaje al pasado en busca de una verdad. (…)
En el film de Welles el objeto de la búsqueda es absolutamente puntual: el significado de la palabra "Rosebud". (…) Velvet Goldmine invierte redondamente los términos. Junto al periodista (que funciona como alter ego del realizador), el film todo se propone ni más ni menos que desentrañar las claves de una época. Pero en lugar de recorrer el camino que va de las apariencias a la esencia, o de elaborar una mirada, se limita a exponer machaconamente la versión oficial del glam: declaraciones ligeras y rimbombantes en defensa de la bisexualidad, cuerpos bañados en brillantina, frases de remera fabricadas para la prensa, plumas y ropa loca por aquí, poses y más poses por allá. Así era el glam, se me dirá. Respondo: así es esta película, que encierra al glam en ese laberinto pretensioso, estilizado, amanerado. Que no remite tanto a los '70 como a la cultura de las supermodels, ese signo finisecular. A ese glam, tan degradado, Velvet Goldmine lo pinta como un fenómeno grandioso. A partir de los que lo recuerdan ante el periodista (que, dicho sea de paso, es un ex fan de Slade bastante desapasionado y chato) pero también –y especialmente– a partir de la aplastante reiteración de esos pocos y chillones rasgos de una punta a otra del relato. Estoy hablando de las dos horas y fracción más aburridas de 1999”.

Pearl Jam Twenty (Cameron Crowe, 2011) llegará los miércoles 12 y 19. Sinopsis: “Documental sobre la banda Pearl Jam en el vigésimo aniversario de su fundación”.
Lino Portela comenta: Twenty, además de hacernos ver y oler lo que se cocía en Seattle a finales de los 80 y principio de los noventa, donde nació el movimiento al que muchos de los protagonistas renunciaron, nos ofrece imágenes y momentos entrañables: Chris Cornell, cantante de Soungarden, ya con 47 años, echando unas lagrimitas; las borracheras adolescentes del salvaje Vedder, o el abrazo casi fraternal entre el cantante de Pearl Jam y Kurt Cobain.
No hace falta ser un gran seguidor del grupo (los fans se relamerán con él) para que el documental te interese. Cameron sabe cómo contar una historia y no deja ningún fleco suelto en la biografía de estos supervivientes del rock and roll. Bien es cierto que el grupo, pese a tener una carrera coherente, no ha sabido (o no ha querido) conservar el éxito de sus primeros años. Incluso muchos echamos de menos la frescura de sus tres primeros discos, pero quien haya asistido a algún concierto de Pearl Jam sabrá que sigue siendo una banda excitante y con mucho que ofrecer.
Tras la primera hora casi biográfica y periodística, en los siguientes 35 minutos Cameron profundiza en la personalidad de los miembros del grupo y en su lucha contra el éxito masivo. Ahí encontramos otros grandes momentos, que el documental afronta sin miedos: las adicciones a pastillas y alcohol de algunos de los miembros del grupo; su guerra abierta contra el gigante de la venta de entradas Ticketmaster (impagables son las imágenes del juicio); la tragedia del Roskilde, Dinamarca, en 2000 (donde murieron 9 personas); o la afición tan Spinal Tap del grupo a cambiar de batería”.

The Wall (Alan Parker, 1982) abrió el ciclo ayer y se repone el jueves 13. Sinopsis: “Pink, el cantante de un grupo musical, arrastra desde su infancia una serie de traumas debido a la dura educación que recibió. Cansado de todo lo que rodea su profesión, se acaba refugiando en las drogas como única opción para romper con el muro que él mismo ha creado a su alrededor”.
Alejandro Franco enfatiza: “Sin dudas The Wall es una obra absolutamente egocéntrica. Hay tres temas fundamentales que dieron nacimiento al album y son : un incidente en uno de los conciertos de la banda en 1977, donde los fans se abalanzaron sobre el escenario mientras estaban tocando (la masa fascista de la que habla el grupo en las letras del film); la vida de Waters, con sus recuerdos de la guerra y la temprana muerte de su padre; y el descenso hacia los abismos de la salud mental del líder original Syd Barrett (quien en la vida real apareció rapado tal como figura en la película). Conjugado todo esto, termina por dar una obra nihilista en extremo, deprimente y avasallante, que no termina sino por ser un enorme canto de protesta que Waters dispara hacia el imperio británico. Desde el por qué el país eligió a su padre para ir a defender a su patria (y morir), truncando su familia y a la única figura de respeto que reconoce el músico —es el único que podría haberlo defendido de la maldad del mundo, en una visión extremadamente idealizada—, hasta el odio a la conservadora y estricta educación inglesa que lo torturó durante los años de su niñez. Todo lo que sigue son una serie de reproches freudianos a su padre por haberlo dejado solo e indefenso frente al mundo, sin estar presente para limitar a su sobreprotectora madre, sin ponerle frenos a toda la violencia que lo lastimaba como niño, y que terminaría por producir este ser humano atormentado que, en la habitación de su hotel, termina por desbarrancarse mentalmente. (…)
El film sería profundamente deprimente si no fuera por la dirección artística alucinógena de Alan Parker. Nunca las imágenes de una demencia fueron tan fascinantes como en esta película. Todo el film es un gigantesco video clip que tiene sus puntos más altos cuando las animaciones espectaculares de Gerald Scarfe inundan la pantalla —la mantis gigante, las flores obscenas, los ejércitos de martillos que dominan la Tierra, el masivo bombardeo a Inglaterra—. Es obvio que el trabajo de Scarfe tiene influencias visuales notables que van desde las animaciones de propaganda nazi de la Segunda Guerra, el renombrado El triunfo de la voluntad de la directora Leni Riefenstahl, hasta el expresionismo de El gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene. Y fuera de Scarfe, Parker consigue en Live Action momentos notables como la máquina procesadora de niños, o las escenas del partido fascista”.

Cabe recordar que el costo de la entrada es de Bs 25.

IMÁGENES: INTERNET.

No hay comentarios:

Publicar un comentario