El cine y el rock tienen, salvando las distancias
cronológicas obvias, casi la misma relación que hay entre el séptimo arte y la
literatura. Es decir, apenas surgió el rock and roll, digamos con Elvis Presley
en el primero lustro de los 50 del siglo pasado (revisionistas históricos,
hagan su tarea en otros lados), los realizadores comenzaron asimismo a
acercarse a esa forma de expresión.
De ese coqueteo entre rebeldes y disconformes han surgido
maravillosas obras —otras asimismo execrables, todo hay que ponerlo—, que la Cinemateca Sur (Sala 16 del Mega Center)
intenta rescatar ahora. Son siete las cintas elegidas, disponibles cada una en
cuatro funciones diarias: a las 14:30, 17:00, 19:30 y 21:45.
Programa
Sid and Nancy (Alex Cox, 1986) estará en pantalla hoy viernes 7 y el viernes 14. La
sinopsis en FilmAffinity dice: “Cox repasa la trayectoria y los últimos
años de Sid Vicious, líder del mítico grupo punk Sex Pistols. Sid Vicious y
Johnny Rotten eran las estrellas del grupo de rock Sex Pistols. Sid se
enamorará de una chica americana, Nancy, y ambos no sólo mantendrán una
relación juntos, sino también con el mundo de las drogas. En octubre de 1978,
en el hotel Chelsea de NY, Nancy es encontrada apuñalada junto a Sid, abatido
de pena. Arrestado y acusado de su asesinato, muere de sobredosis antes del
comienzo de su proceso judicial...”.
El
bloguero Rocker World Citizen sostiene: “Webb y Oldman
(los actores que respresentaron a Nancy y Sid) explicaron que en la escena que
conduce a la muerte de Nancy se basó en entrevistas y otros materiales a su
disposición. La escena es muy punzante y se basó exclusivamente en conjeturas. Cox dijo a la (revista) New Musical Express: ‘Queríamos que la
película no sólo fuera de Sid Vicious y punk rock, sino como una declaración
anti-drogas, para demostrar que la degradación causada por su consumo a varias
personas no es nada glamoroso’. (…)
Interesantes
son también, las opiniones de quien fuera cantante de los pistols, John Lydon: No puedo entender por qué alguien
que querría hacer una película de Sid y Nancy no se molestó ni en hablar
conmigo. Alex Cox, el director, no lo hizo. Él utilizó como punto de referencia
—de todas las personas en esta tierra— ¡a Joe Strummer! ¿Qué demonios sabía él
de Sid y Nancy? Seguramente fue lo único que podía encontrar. La única vez que
el director Alex Cox ofreció algún planteamiento hacia mí fue cuando envió al
tipo que me estaba respresentando en la película. Este actor me dijo que quería
hablar sobre el guión. Durante los dos días que estuve en Nueva York hablando
con él del guión, me dijo entonces que la película ya había sido completada.
Todo era una farsa. Se trataba de una estrategia para conseguir mi nombre,
utilizándolo en relación con la película, con el fin de apoyarla.
Para mí esta película es la forma más baja de la vida. Creo
honestamente que se celebra la adicción a la heroína.(…) En el sórdido hotel de
Nueva York las escenas no podían ser aún más miserables. Todas las escenas en
Londres con los Pistols fueron una tontería. Ninguno tenía ningún sentido de la
realidad. El actor que representó a Sid me pareció muy bueno. Pero incluso él
sólo tocaba el personaje de la etapa en contraposición a la persona real. No
considero que la culpa sea de Gary porque él es un buen actor con sangre. Ojalá
él hubiera tenido la oportunidad de hablar con alguien que conocíera bien a
Sid. (…)
Cuando regresé a Londres, me invitaron a una proyección. Así que
fui a verla y me horrorizó por completo. Le dije a Alex Cox —y era la primera
vez que lo veia— que debía ser fusilado, y él era muy afortunado de que no le
disparara.(…)
Cox llegó a decir que una de
las razones por las que se sintió atraído por el proyecto era que él tenía
miedo de que si alguien más hiciera otro filme del tema, podría retratar a sus
súbditos como ejemplos reales de Punk, en vez de traidores agotados”.
Metallica:
Some kind of monster (Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, 2004) mostrará a la
banda estadounidense el sábado 8 y el sábado 15. Sinopsis: “Documental
sobre una de las mejores bandas de rock de los últimos tiempos. Se sumerge
dentro del estudio de grabación y de las mentes de Metallica, según van
grabando su álbum ganador del Grammy ‘St. Anger’, al tiempo que se enfrentan a
altibajos en su comunicación, adicciones, la deserción de un miembro del grupo,
paternidad, caos familiar y su casi total desintegración durante la época más
turbulenta de sus veinte años de historia”.
René Cruz refiere: “Luego
es impresionante cuando llega Robert Trujillo a la banda, para sustituir a
Jason Newsted en el bajo, y le ofrecen un millón de dólares por ser contratado,
además de un 25 por ciento de influencia en las decisiones de la banda, el ex
“hacha” de Ozzy Osbourne ni podía hablar cuando le dijeron la cantidad que le
ofrecían, definitivamente Metallica es una empresa de casi ejecutivos de
la música. (…)
Pero
lo que me dejó tristeza, decepción y nostalgia fue la reunión que tuvieron con
Dave Mustaine, el guitarrista que corrieron cuando empezaban porque
simplemente tomaba más que ellos, y que luego formó el prestigiado grupo
Megadeth. Sin embargo Mustaine en una catarsis le reprocha a Lars
Ulrich la forma en que lo despidieron y su envidia, aunque
nunca mencionó la palabra, cuando comparó que los discos de
Metallica se convertían en oro y los de él simplemente se quedaban
más abajo. (Megadeth ha vendido 15 millones de discos, eso no lo consigue
cualquiera).
Me
di cuenta que Mustaine sigue resentido y no puede olvidar el día que le dijeron
que estaba fuera y que se regresara en autobús de Nueva York a San Francisco.
Él les dice: “Quisiera que fuera ese día y que me dijeran que tenía que ir a
alcohólicos anónimos”. Es decir, quería otra oportunidad, aunque ese día nunca
llegó para él. Lars simplemente le dijo que se sentía mal por eso. (…)
Metallica
puede ser que nos vendan la imagen de una banda de metal, pero la realidad es
que son igual que los millonarios de Kiss, o los grandes magnates de los
Rolling Stones que ya no pueden hacer más música callejera y rocanrolera,
porque el dinero en exceso hace todo más amable, ¡para qué pelearnos!”.
This is
Spinal Tap (Rob Reiner, 1984)
se podrá ver los domingos 9 y 16. Sinopsis: “Documental, más bien rockumental, sobre la banda de rock más
ruidosa de la historia, el grupo de heavy metal Spinal Tap”.
Sergio Vargas afirma: “El
debut como director de Rob Reiner, una descerebrada comedia con estructura de
falso documental que recorre lo que parece serán los últimos coletazos de la
banda tras diecisiete años de carrera y quince discos en su haber. La película
comienza con Marty Di Bergi (el propio Reiner), un tipo regordete con barba y
gorra que hace documentales, presentándose a la cámara y anunciándonos las
motivaciones que le han llevado a rodar su ‘rockumental’: «En 1966, fui a
Greenwich Village, en Nueva York, a un club nocturno de rock llamado El
Plátano Eléctrico. No se molesten en buscarlo. Ya no existe. Pero esa noche
escuché a un grupo que, para mí, cambió la definición de rock 'n roll. Recuerdo
el impacto que me causó su exuberancia, su energía pura y su puntualidad. Era
el ahora legendario grupo británico Spinal Tap.» (…)
Estas
escenas de la vida interna del grupo dotan a la película de una estructura más
cinematográfica, en el sentido de que no parece tanto un reportaje como cuando
se alterna con las clásicas entrevistas a los miembros de la banda y su
entorno, actuaciones en directo, y en general, el tipo de cosas que suelen
verse en un documental sobre una banda (me viene a la cabeza uno de Kiss en el que una muchacha
aplastaba una lata de cerveza con sus senos). Por ejemplo, las manías. Como
toda estrella del rock que se precie, los miembros de Spinal Tap también tienen alguna
que otra. Si Eddie Van Halen amenazaba con suspender su concierto si encontraba
un solo lacasito marrón en el tarro de cinco kilos que solicitaba antes de cada
show (Julián Hernandez dixit ‘3’), Nigel Tufnel no se queda atrás: memorable es
la perorata que larga en el camerino porque el pan no es lo suficientemente
grande para que quepa el filete sin doblarlo. También están sus amplificadores
que llegan hasta 11, en lugar de hasta 10, como cualquier amplificador normal,
y la mejor de todas, la guitarra que se compró para no tocarla nunca (no le ha
quitado ni el precio), insuperable. (…)
Son
incontables los fans de Spinal Tap
a lo largo y ancho del globo, sin duda la banda ficticia con más seguidores de
la historia, lo que les llevó a sacar un nuevo álbum real en 1992, Break Like The Wind (el primero
si descontamos la banda sonora de la película), en el que alimentaban un poco
más el mito que crearan unos años antes, y así, a la vez que calmaban el ansia
de sus incondicionales seguidores, se llenaban un poco los bolsillos”.
The Doors
(Oliver Stone, 1991) se presentará los lunes 10 y 17. Sinopsis: “Jim
Morrison, cabeza visible de The Doors, para muchos fue un regalo de Dios; para
otros, un vástago del Diablo. Vivió al límite, en una anárquica carrera
autodestructiva salpicada de escándalos y arrebatos de ira y de pasión que lo
hundieron en un abismo de sexo, alcohol y drogas”.
Felipe Rodríguez Torres analiza: “Pero Stone no realiza un biopic al
uso, ya que toda la película es un viaje de ácido, como si viéramos lo
acontecido en primera persona, a través de su total protagonista, Jim Morrison.
El personaje, fue interpretado por el actor Val Kilmer, en una de esas pocas
interpretaciones mágicas, donde el actor parece ser poseído por el espíritu del
propio Morrison, aparte de que el parecido físico de ambos es asombroso.
Kilmer, actor que ni antes de esta película ni después de ella ha hecho nada
digno de mención, nos da aquí una interpretación absolutamente magistral,
siendo además el motor absoluto de la historia, ya que durante las más de 2
horas del filme, no desaparece en ningún momento. A su lado tenemos actrices
tan famosas, como Meg Ryan, que al igual que su partenaire Kilmer, consigue la
única interpretación digna de su filmografía, y actores tan conocidos como Kyle
McLachlan, actor fetiche de David Lynch, como Ray Manzarek, y otros como
Michael Madsen, o Michael Wincott.
La labor de Stone tiene dos
caras y dos valoraciones completamente contrapuestas. Por un lado, tenemos una
experiencia visual de primer orden, contándonos la historia casi como si
Morrison nos la contara tras una gran noche de juerga. El prisma desde el que
se nos narra todo, parece estar distorsionado por las mismas sustancias
estupefacientes que el propio Morrison consumía de la mañana a la noche. La
visión que nos da Stone de la música, la fama y el mundo del arte underground
de la época, esto último representado en la fiesta a la que Morrison asiste
celebrada por Andy Warhol, es completamente pesimista y cínica. También la
relación de Morrison con su pareja "estable" Pam, interpretada por
Meg Ryan, al igual que su relación con el resto del grupo, está perfectamente
reflejada, como ejemplos, la magnífica escena de la comida de acción de
gracias, donde Ryan y Kilmer, nos ofrecen en un festín interpretativo de primer
orden. A destacar también las magníficas escenas en las que Stone reconstruye
las actuaciones principales de la banda, demuestran la capacidad visual de
Stone, que debería plantearse el dirigir conciertos de rock. Y como siempre en
su filmografía sus escenas psicodélicas son geniales, un ejemplo, la escena del
desierto, aunque como he dicho antes, la película al completo es un viaje de
ácido”.
Velvet
Goldmine (Todd Haynes, 1998) se exhibe los martes 11 y 18. Sinopsis: “En
el Londres de los años setenta, Brian Slade es un joven que rompe con el
movimiento hippy y se convierte en el principal exponente de lo que se dio en
conocer como el glam rock”.
Guillermo Ravaschino explica: “Desde
el preámbulo, que nos instala fugazmente en Dublin durante 1854, año del
nacimiento de Oscar Wilde, para postular que el célebre escritor gay había
venido al mundo con la intención de "convertirse en un ídolo pop", Velvet Goldmine se planta como lo
que es: un rompecabezas gigantesco, conformado por miles de piezas llamadas a
recuperar una imagen. O dos imágenes que hacen una: la del glam (su apogeo, su
caída) y la de Brian Slade. Ciento veinte minutos después se impone la
sensación de que la mayor parte de esas piezas fueron pocas y estuvieron
repetidas, mientras que otras piezas –nada menos que las esenciales– no
acudieron a la cita.
Haynes
toma prestado el modelo narrativo de un film habitualmente considerado, y con
toda justicia, el más importante de la historia: El ciudadano Kane. Como en él, un periodista
emprende un viaje al pasado en busca de una verdad. (…)
En
el film de Welles el objeto de la búsqueda es absolutamente puntual: el
significado de la palabra "Rosebud". (…) Velvet Goldmine invierte redondamente los términos.
Junto al periodista (que funciona como alter ego del realizador), el
film todo se propone ni más ni menos que desentrañar las claves de una época.
Pero en lugar de recorrer el camino que va de las apariencias a la esencia, o
de elaborar una mirada, se limita a exponer machaconamente la versión oficial del glam:
declaraciones ligeras y rimbombantes en defensa de la bisexualidad, cuerpos
bañados en brillantina, frases de remera fabricadas para la prensa, plumas y
ropa loca por aquí,
poses y más poses por allá. Así era el glam, se me dirá. Respondo: así es esta película, que encierra al
glam en ese laberinto pretensioso, estilizado, amanerado. Que no remite tanto a
los '70 como a la cultura de las
supermodels, ese signo finisecular. A ese glam, tan degradado, Velvet Goldmine lo pinta como un fenómeno grandioso.
A partir de los que lo recuerdan ante el periodista (que, dicho sea de paso, es
un ex fan de Slade bastante desapasionado y chato) pero también –y
especialmente– a partir de la aplastante reiteración de esos pocos y chillones
rasgos de una punta a otra del relato. Estoy hablando de las dos horas y
fracción más aburridas de 1999”.
Pearl Jam
Twenty (Cameron Crowe, 2011) llegará los miércoles 12 y 19. Sinopsis: “Documental
sobre la banda Pearl Jam en el vigésimo aniversario de su fundación”.
Lino Portela comenta:
“Twenty,
además de hacernos ver y oler lo que se cocía en Seattle a finales de los 80 y
principio de los noventa, donde nació el movimiento al que muchos de los
protagonistas renunciaron, nos ofrece imágenes y momentos entrañables: Chris Cornell, cantante de Soungarden,
ya con 47 años, echando unas lagrimitas;
las borracheras adolescentes del salvaje Vedder,
o el abrazo casi fraternal entre el cantante de Pearl Jam y Kurt Cobain.
No
hace falta ser un gran seguidor del grupo (los fans se relamerán con él) para
que el documental te interese.
Cameron sabe cómo contar una historia y no deja ningún fleco suelto en la biografía de estos
supervivientes del rock and roll. Bien es cierto que el grupo, pese a tener una
carrera coherente, no ha sabido (o no ha querido) conservar el éxito de sus primeros años. Incluso muchos echamos de menos la
frescura de sus tres primeros discos, pero quien haya asistido a algún
concierto de Pearl Jam sabrá que sigue siendo una banda excitante y con mucho
que ofrecer.
Tras
la primera hora casi biográfica y periodística, en los siguientes 35 minutos
Cameron profundiza en la personalidad de los miembros del grupo y en su lucha
contra el éxito masivo. Ahí encontramos otros grandes momentos, que el
documental afronta sin miedos: las adicciones
a pastillas y alcohol de algunos de los miembros del grupo; su guerra abierta contra el gigante de la venta de
entradas Ticketmaster (impagables son las imágenes del juicio); la tragedia del
Roskilde,
Dinamarca, en 2000 (donde murieron 9 personas); o la afición tan Spinal Tap del grupo a
cambiar de batería”.
The
Wall (Alan Parker, 1982) abrió el ciclo
ayer y se repone el jueves 13. Sinopsis: “Pink, el cantante de un grupo musical,
arrastra desde su infancia una serie de traumas debido a la dura educación que
recibió. Cansado de todo lo que rodea su profesión, se acaba refugiando en las
drogas como única opción para romper con el muro que él mismo ha creado a su
alrededor”.
Alejandro Franco
enfatiza: “Sin
dudas The Wall es una obra absolutamente egocéntrica. Hay tres temas
fundamentales que dieron nacimiento al album y son : un incidente en uno de los
conciertos de la banda en 1977, donde los fans se abalanzaron sobre el
escenario mientras estaban tocando (la masa fascista de la que habla el grupo
en las letras del film); la vida de Waters, con sus recuerdos de la guerra y la
temprana muerte de su padre; y el descenso hacia los abismos de la salud mental
del líder original Syd Barrett (quien en la vida real apareció rapado tal como
figura en la película). Conjugado todo esto, termina por dar una obra nihilista
en extremo, deprimente y avasallante, que no termina sino por ser un enorme
canto de protesta que Waters dispara hacia el imperio británico. Desde el por
qué el país eligió a su padre para ir a defender a su patria (y morir),
truncando su familia y a la única figura de respeto que reconoce el músico —es
el único que podría haberlo defendido de la maldad del mundo, en una visión
extremadamente idealizada—, hasta el odio a la conservadora y estricta
educación inglesa que lo torturó durante los años de su niñez. Todo lo que
sigue son una serie de reproches freudianos a su padre por haberlo dejado solo
e indefenso frente al mundo, sin estar presente para limitar a su sobreprotectora
madre, sin ponerle frenos a toda la violencia que lo lastimaba como niño, y que
terminaría por producir este ser humano atormentado que, en la habitación de su
hotel, termina por desbarrancarse mentalmente. (…)
El
film sería profundamente deprimente si no fuera por la dirección artística
alucinógena de Alan Parker. Nunca las imágenes de una demencia fueron tan
fascinantes como en esta película. Todo el film es un gigantesco video clip que
tiene sus puntos más altos cuando las animaciones espectaculares de Gerald
Scarfe inundan la pantalla —la mantis gigante, las flores obscenas, los
ejércitos de martillos que dominan la Tierra, el masivo bombardeo a Inglaterra—.
Es obvio que el trabajo de Scarfe tiene influencias visuales notables que van
desde las animaciones de propaganda nazi de la Segunda Guerra, el renombrado El
triunfo de la voluntad de la directora Leni Riefenstahl, hasta el
expresionismo de El gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene. Y fuera de
Scarfe, Parker consigue en Live Action momentos notables como la máquina
procesadora de niños, o las escenas del partido fascista”.
Cabe recordar que el
costo de la entrada es de Bs 25.
IMÁGENES: INTERNET.